Pedrito Farías tenía 12 años y trabajaba de "marucho", arriando mulas en una tropilla, en la línea Sur de Río Negro. Una vez, en una parada, tocó la guitarra prohibida de su patrón. Al ser descubierto, su patrón, en un ataque de locura y alcohol, lo asesinó.
Los que hoy se acercan
a su tumba, a venerarlo y hacerle pedidos de buen viaje, ven en el Maruchito a todos aquellos niños de las zonas rurales que sufren, que
no pueden ir a una escuela y que no saben lo que es la alegría
de tener un juguete en sus manos.
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