Alfredo Grondona White, a modo de homenaje hacia Eduardo Ferro (“ferrito”, como lo llama afectuosamente) escribió las siguientes anécdotas.
En Junio del 87, fuimos invitados una caterva de dibujantes a Posadas, Misiones, organizada por un porteño expatriado y pagado, después nos enteramos, por Renault.
Entre los agraciados estábamos Ferrito y yo. Como no estaba disponible el hotel
al que debíamos parar, nos enviaron a una casa de familia que ofrecía alojamiento. A la noche, después de comer, se fueron todos, o algunos, al casino, a timbrar.
Me tocó, por esa única noche, compartir la habitación con Eduardo. ¡Cuál no sería mi sorpresa, al despertarme, que Ferrito no estaba en su cama! Al rato entró, cubierto con una frazada y completamente vestido, diciéndome que mis ronquidos no le habían dejado dormir y se había ido a dormir al pasillo.
Al día siguiente, el organizador, nos llevó a un restaurante de pastas, famosa en Posadas. Todo el mundo pidió agua sin gas, gaseosas y esas porquerías y cuando me tocó el turno pedir, pedí vino tinto. Ferro, que estaba sentado frente a mí, dijo: "me prendo".
Allí empezó la joda. El abstemio Garaycochea, el pulcro Caloi y otros nos miraron como aterrados. A mi diestra, tenía sentado a Langer, quien me dijo "¡Grande, Grondo"! mientras bebía de un cartón de leche malteada. Al final, empezaron todos a gritar "¡Pasen las botellas para acá, borrachos"!
Comentamos con Ferrito, rumbo a las cataratas, "¿Viste, nene, que alguien tiene que hacer punta? ¡Grande, campeón!"
Ferrito fue un verdadero amigo.
Alfredo Grondona White
Muchachos, no puedo ocultar la emoción, (en realidad, sí, estoy atrás de una pantalla), que lujo es pertenecer a este blog, compartir espacio con un maestro como Grondona White, y anécdotas como ésta.
ResponderEliminar