sábado, 6 de junio de 2009

El invitado del fin de semana 52: DIEGO PATIÑO








DIEGO PATIÑO
A veces me preocupa tener un discurso demasiado elaborado sobre mi oficio. Me preocupa porque en cualquier momento estaré más que dispuesto a contradecirlo, a llevarme la contraria y darme por mal sorprendido con el remordimiento de haberles dicho una mentira. Supongo que cuando se tiene un trabajo creativo, cuando mes a mes te llenas moderadamente los bolsillos a partir de producir material gráfico a la medida, como un sastre de ideas, es imposible librarse de esa mala sensación con olores de presentimiento que te hace pensar en un colapso que te aguarda a la vuelta de la esquina o te persigue a punto de pisarte los talones. Mi oficio es errático y a contratiempo. Consiste, como toda buena feria de fenómenos, en presentar un espectáculo que capture la atención y que sea consecuente con lo alguien espera premeditadamente de ti: editores, directores de arte, autores o, si cuentas con suerte, se crea o no, cierto público que está al tanto todos los meses de lo que tienes para contarles (sí, ilustrar es como contar un cuento).
Dos personas diferentes, sin nombre ni rostro para ustedes (¡por fortuna!), me dijeron alguna vez que les gustaría estar en mi cabeza. Ver de dónde sale lo que a veces resulta tan dificultoso plasmar en el papel y entender esa materia convulsa, aleatoria y tormentosa que es la suma de la personalidad y los talentos en cualquier individuo. En ambas ocasiones respondí que estaba más que dispuesto a intercambiar lugares con ellas? para siempre. No me ufano de esta pesadilla, por supuesto. La creatividad y sobretodo la imaginación es un arma de doble filo y aun cuando tengo la suerte de trabajar en un medio y un oficio que me permite, como una llave de presión, liberar las sobrecargas de un mundo que observo sin entender, a veces hubiera preferido caer en la trampa (¿lo es?) de una existencia ordinaria, atendiendo otras vidas desde una casilla de banco o una inmobiliaria, levantándome temprano y acatando órdenes sin cuestionarlas o sentirme afectado mientras no espero nada diferente la llegada del viernes, un aumento de sueldo o el matrimonio
.A veces siento que ilustro como último recurso. Mi oficio es un escudo porque me blinda y, salvo las ponzoñosas y envidiosas miradas que nunca dejas de percibir por el rabillo de ojo (curiosamente, dentro del mismo gremio, del cual no me siento parte), me ayuda a sobrellevar una existencia que en ocasiones se parece a eso que sucede en los sueños cuando uno racionaliza demasiado el acto de correr sin llegar a conseguirlo.
Pero no quiero que me malinterpreten. No soy un pesimista. Lo juro aunque parezca que miento en su rostro. Guardo la vaga esperanza (de lo contrario ni siquiera me molestaría en sembrar los pies en tierra todas las mañanas) pero no quiero pasar por un tonto como de los que tanto discrepo.En fin. Ahora renunciaré a la tentación de seguir sacándome las pulgas frente a ustedes, por lo que no me corresponde sino dejarles en manos de este deleitoso blog de Alejandro Aguado, quien generosamente se ha ofrecido a recopilar las imágenes que acompañan este texto para que sean ustedes quienes les den vida nueva. Después de todo en cuanto un ilustrador destierra de su poder su trabajo con destino a las imprentas éste adquiere la misma cualidad de un adulto joven que lejos de casa, sin dejar de ser hijo de sus padres, se relaciona con perfecta autonomía bajo el deseo oculto de sus progenitores de que sea mejor que ellos.Un saludo para todos ustedes. Lo mejor a la vista y el alcance.Diego Patiño
http://www.diegopatino.com/

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